Mirar en la wikipedia la definición de presbicia y ponerme a “mirar” con rictus melancólico las palomas del parque ha sido todo uno.
Casi todas las putadas de la vida vienen de una palabra griega, con todos mis respetos hacia la musaka, el yogur griego del DIA, las islas griegas, Irene Papas y el Partenón. Pero es cierto, según esta wikipedia, presbicia viene de una palabra griega impronunciable para mí: πρέσβυς que significa “anciano”.
Hay que joderse. Anciano. Mis hijos se cachondean de mí y mis amigos se encojen de hombros y me miran con resignación solidaria ya que ellos están igual o peor. Del cachondeo de mis hijos me defiendo como un jabato al grito de “cuando me ganes al tenis, hablamos” o este mucho más propio de una persona de mi edad, “cuando dejes de chupar la rueda de mi bici en las cuestas, hablamos”.
En casa y a escondidas le he ido birlando algunas gafitas de lectura a mi mujer (santo pibón donde los haya) para volver a disfrutar con la lectura de verano pero…, joder habia que seguir leyendo en la tumbona de la piscina de mi barrio. Esta ha sido mi primera prueba de fuego de verdad. Coger el libro, la toalla y las p… gafas para echar la tarde ha sido difícil pero no imposible, igual no está todo perdido. Aún me queda el paso más difícil, llevármelas a la oficina, pero seguro que para eso queda mucho… o no.
Sí que es verdad que cuando estoy con las p… gafas en el sofá leyendo ya hasta los periódicos (Diooos), siempre se me acerca el pibón y me dice lo interesante que estoy con gafas y lo que le pongo. Esto confirma mi teoría sobre la falsedad de los refranes populares, ojos que no ven (o ven poco), corazón que SÍ siente. Al menos el resto de mis sentidos hasta hoy permanecen intactos y en alerta constante.
Moraleja. Hay refranes para todo: el que no se consuela es porque no quiere.
Saludos a tod@s.