jueves, 4 de febrero de 2010

He vuelto y tengo que hablar de Haití.

Ya echaba de menos aporrear el teclado pero quiero dejar claro que lo sigo haciendo por uno de los motivos de mi declaración de intenciones de esta aventura bloguera y que quiero recordar aquí: “la verdadera creencia de que seguro que la mayor utilidad la tiene para el que escribe”.
Necesito esta espita para aliviar la presión, para sobrevivir a los informativos, a las caras de cabreo que ves por la ventanilla del coche cuando vas al curro, a las portadas de la prensa, a los sarcasmos de los tertulianos radiofónicos, a la puñetera nube que lleva instalada en esta bendita tierra del Sur desde principios de diciembre y que no para de chorrear agua y, finalmente, para divertirme joder, a ver si pasan ya las borrascas y podemos volver al campo que ya va siendo hora.

Por algún lado tengo que empezar y son muchas las cosas que quiero contar y los sentimientos que quiero mostrar. Y en este primer post de este año, por orden de entripamiento visceral, no puedo evitar tener que hablar de Haití.

Las campañas institucionales, los grandes gestos, las declaraciones de nuestros mandatarios son muy de agradecer, los aviones cargados de ayuda humanitaria, los cientos y miles de personas que dejan todo para ir a ayudar a los “damnificados del seismo”. Todo sirve, pero este primer mundo, este hemisferio, este mundo rico y despilfarrador que mira para otro lado la mayoría de las veces cuando el segundo o tercer mundo sufre hambre y desesperación, creó el siglo pasado un invento que aparte de servir para mantener funcionarios inútiles, debe liderar y organizar el rescate de este país que ha escenificado lo que algún misionero ha dado en llamar el fin del mundo. Estoy hablando de las naciones unidas, de la onu, que por cierto no se por qué hay que poner con mayúsculas, dicho sea de paso.

La ONU, básicamente tiene que estar para estas situaciones. Hace unos días la viñeta del País de “el roto” representaba a dos supervivientes del terremoto de Haití preguntándose cómo iban a dar de comer a toda la gente que había venido a ayudar. Y tienen más razón que alguno de los santos de nuestras iglesias. Aquí es donde tienen que dar la talla los tecnócratas, los organizadores, los gestores. Esperemos que la cordura ilumine los gobiernos y dejen paso a los que puedan canalizar y hacer llegar las ayudas a todos estos desesperados. Y por favor, queridas televisiones, dejemos de hacer protagonistas de las noticias a los periodistas que transmiten vía satélite desde el escenario de la tragedia y centrémonos en ayudar.

Hagamos como Forges que en su viñeta diaria del Pais siempre pone en una esquinita, “pero no te olvides de Haití”. Seguramente es muy recomendable buscar un poco de cachondeo diario, de risa, aunque sea risa floja pero en medio de todo, guardemos aunque sea un instante para acordarnos del sufrimiento de esta gente.

Y para colaborar, para ayudar, hagámoslo fácil, de forma anónima, hagamos que Haití deje de ser noticia por haber anticipado el fin del mundo y no nos dejemos abrumar por las cifras de miles de muertos, de miles de amputados, de miles de huérfanos, de miles de personas sin hogar, sin futuro. No soy una persona de acción, no me veo con un casco removiendo escombros e intentando sacar gente de entre las ruinas de sus casas, pero pienso que pequeñas inciativas pueden convertirse en algo tangible y que pueden contribuir a cambiar la triste realidad de los que unicamente han conservado su vida. En un próximo post contaré con más detalle mi pequeña e insignificante contribución que voy a poner en marcha y que confío en que sirva para algo.

Prometo que mi próximo post será más divertido. “Pero no te olvides de Haití”.

1 comentario:

  1. Por lo pronto, para amantes del iPod y compradores de música legal en iTunes store, hay una forma muy facil: En el centro de la pantalla aparece un banner de la Red Cross estadounidense. De la misma forma que compras un disco o una canción, puedes hacer una donación (5€, 15€, 25€...etc.).
    Un abrazo. George

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