jueves, 15 de octubre de 2009

La aradio y yo


Es sorprendente, por más avances que se han ido produciendo con las nuevas tecnologías de la comunicación, la radio se ha ido adaptando a todas. Es de lo poco que puede convivir siendo analógico y digital. No hay que tirar ningún transistor, ninguna radio de válvulas de los años de las cartillas de racionamiento. Valen todas. Es de las tecnologías más solidarias y respetuosas con sus mayores y antecesores. Nada de este móvil ya no es 3G, así que a cambiarlo por otro. Mi tele no tiene tdt, qué voy a hacer. Todas se pueden usar. Unas no eliminan ni sustituyen a las otras, amplían el “radio” de influencia (perdón por el chiste fácil).

Como digo, llegan a más y mejor. Puedes escucharla por internet, te puedes bajar los podscat, a los que te puedes hasta suscribir, después al aipod o a un cd y listo. A disfrutar otra vez. La radio está muy bien porque no le tienes que poner cara a nadie, te la puedes inventar. Asocias una voz a una persona imaginaria. Es como el amigo invisible, sólo que con este no hablas. Sólo escuchas y si te mosquea o no te gusta la música que pone, la apagas o cambias de emisora. La tele sí que ha matado a alguna que otra estrella de la radio: qué mal Iñaki Gabilondo y Pablo Motos. Me parecen tan ridículos con esas caras encartonadas de tanto maquillaje. Iñaki está inmóvil pero el Pablito intentando chupar cámara de sus invitados y de sus colaboradores...un poco patético, la verdad.
Tengo radio en la cocina (pa desayunar, básicamente), en el cuarto de baño (para tener compañía mientras…me afeito), en el dormitorio un radio reloj (pero esta la uso menos, será porque en la cama me entretienen otras cosas), en el coche (la enciendo antes que el motor). Tengo hasta un transistor de mi suegro (el de la foto de arriba) que se compró a finales de los 50 con el que escuchaba radio exterior desde Liberia donde estuvo currando con los americanos, que tiene el tamaño de una caja de churruscos cuétara y chupa más pilas que una nuclear, pero aún funciona. En fin, siempre hay alguien contándome cosas, poniéndome musiquita, riéndose de tonterías o relatando noticias, de fondo. Esto me mantiene alerta.
Lo malo de todo es cuando se ponen de acuerdo en lo que cuentan. Y ponerse de acuerdo, hermano, es hablar de lo mismo, aunque desde cristales diferentes. Ya sabemos que la COPE, Ondacero, Radio Nacional o la SER, se parecen lo que un huevo a una castaña, pero cuando se trata de despellejar o encumbrar al bigotes de los cojones, la puñetera crisis, el paro, la inflación o deflación, Afganistán y nuestra misión humanitaria de guerra no declarada, las miembras, las pastillas del día después, del día de antes o de antié por la tarde, la gripe abecedaria, el novel de Obama, o los piratas de Somalia, no hay problema.

Tanta información satura y hace que no distingamos lo importante de lo superfluo. Es una vieja técnica de informar desinformando, pero bueno, para eso está el mando de sintonía y el de on off. En la variedad sigue estando el gusto. Así que dependiendo de la hora, escucho cosas diferentes.
Por las mañanas, mientras me afeito, me ducho o hago de cuerpo, un informativo de media horita de radio nacional. Para ir a currar, un programa musical de radio 3 de Rne que me encanta y que se llama, “Hoy empieza todo” (un título cojonudo). Para regresar de currar, el debate del programa de Julia Otero de Onda Cero o la caña de Rock&gol. Mientras preparo la cena, el programa de Alsina en Onda Cero y para dormir, silencio por favor, alguna caricia, el brikindance, el crusaito o el robocop, según se tercie, que ya está bien de tanta aradio.

Un saludo pal que sea.

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