Bueno, bueno. Parece que ya se va reactivando la cosa tras la vuelta del verano, aunque yo sigo en manguitas de camisa y sin haber trincado aún la primera corbata de curro del otoño, pero no hay que desesperarse que todo llega y, como está el temita, mejor que llegue y que se quede al menos hasta que pase el chaparrón que nos está callendo.
Como iba diciendo, hay detalles que te confirman sin lugar a dudas que ya ha empezado el nuevo curso, aparte de los porrazos de agua que esta semana están cayendo por todas partes, de los atascos, de los acojones pandémicos, del material escolar, de los experimentos sin gaseosa de ZP y su ejército de Pancho Villa y de la biblia en pasta. Lo que me confirma que ya estamos otra vez en solfa es que han vuelto mis amigos matutinos: los correos no deseados, lo que los informáticos de mi empresa denominan “spam” y que yo llamo spamto.
Vienen por oleadas temáticas. Tenemos la oleada sexual en la que intentan colocarme todo tipo de ofertas de cialis, viagra y aparatos para alargarme el pene. Esto último es relativamente frecuente y está empezando a preocuparme. La verdad, nunca me la he medido pero los resultados que te prometen son espectaculares, claro que el método empleado es un poco medieval, por utilizar un término suave.
Luego tenemos la oleada de metida de mano en cartera. Es decir los anuncios de bancos falsos que te piden confirmación de datos bancarios, con logos perfectamente pirateados de tu banco y con un link trampa para dejarte con una mano delante y otra detrás. Lo mismo tendría que hacer como mi amigo Eduardo que cada vez que recibe un correo de este tipo se lo reenvía a una dirección de la guardia civil añadiéndoles cristalinas expresiones, muy suyas, al estilo de, “ya están otra vez estos hijos de puta intentando robarme”.
Y finalmente, tenemos el “spamto” telefónico. Ese que te llama justo cuando estás comiendo, durmiendo la siesta, cuando está sonando el himno de la champions, cuando estás a punto de salir, cuando te suena el móvil y es tu pibón, en fin, justo en el momento más inoportuno. Además, he notado que se han vuelto más agresivos. Te suben el tono y se sorprenden cuando les dices: no me interesa. A lo que te responden, “me está diciendo que no le interesa que le regalemos un seguro de accidentes durante dos meses?”.
Efectívamente, no me interesa nada que alguien me intente vender porque cree, en su ignorancia más absoluta, que necesito algo que consumir cada dos minutos y mucho menos con este tipo de fullerías con las que pillan a más de un incaut@ y que vienen de compañías con menos escrúpulos que una alimaña. No me interesa nada “gratis” ni un adsl más barato ni una visa nueva ni otro préstamo ni la madre que los parió. Parece que estamos volviendo a los tiempos de la publicidad salvaje que presuponía que el consumidor era memo por naturaleza. Como el experimento de Coca Cola, cuando insertaban un fotograma entre los de una película para crearte esa especie de necesidad inconsciente de consumir una marca.
Como iba diciendo, hay detalles que te confirman sin lugar a dudas que ya ha empezado el nuevo curso, aparte de los porrazos de agua que esta semana están cayendo por todas partes, de los atascos, de los acojones pandémicos, del material escolar, de los experimentos sin gaseosa de ZP y su ejército de Pancho Villa y de la biblia en pasta. Lo que me confirma que ya estamos otra vez en solfa es que han vuelto mis amigos matutinos: los correos no deseados, lo que los informáticos de mi empresa denominan “spam” y que yo llamo spamto.
Vienen por oleadas temáticas. Tenemos la oleada sexual en la que intentan colocarme todo tipo de ofertas de cialis, viagra y aparatos para alargarme el pene. Esto último es relativamente frecuente y está empezando a preocuparme. La verdad, nunca me la he medido pero los resultados que te prometen son espectaculares, claro que el método empleado es un poco medieval, por utilizar un término suave.
Luego tenemos la oleada de metida de mano en cartera. Es decir los anuncios de bancos falsos que te piden confirmación de datos bancarios, con logos perfectamente pirateados de tu banco y con un link trampa para dejarte con una mano delante y otra detrás. Lo mismo tendría que hacer como mi amigo Eduardo que cada vez que recibe un correo de este tipo se lo reenvía a una dirección de la guardia civil añadiéndoles cristalinas expresiones, muy suyas, al estilo de, “ya están otra vez estos hijos de puta intentando robarme”.
Y finalmente, tenemos el “spamto” telefónico. Ese que te llama justo cuando estás comiendo, durmiendo la siesta, cuando está sonando el himno de la champions, cuando estás a punto de salir, cuando te suena el móvil y es tu pibón, en fin, justo en el momento más inoportuno. Además, he notado que se han vuelto más agresivos. Te suben el tono y se sorprenden cuando les dices: no me interesa. A lo que te responden, “me está diciendo que no le interesa que le regalemos un seguro de accidentes durante dos meses?”.
Efectívamente, no me interesa nada que alguien me intente vender porque cree, en su ignorancia más absoluta, que necesito algo que consumir cada dos minutos y mucho menos con este tipo de fullerías con las que pillan a más de un incaut@ y que vienen de compañías con menos escrúpulos que una alimaña. No me interesa nada “gratis” ni un adsl más barato ni una visa nueva ni otro préstamo ni la madre que los parió. Parece que estamos volviendo a los tiempos de la publicidad salvaje que presuponía que el consumidor era memo por naturaleza. Como el experimento de Coca Cola, cuando insertaban un fotograma entre los de una película para crearte esa especie de necesidad inconsciente de consumir una marca.
Con lo que me gusta la buena publicidad. A la mierda el márketing delicuente, viva el boca a boca que eso sí que funciona bien y a la larga fideliza más.
Creo que por hoy ya he largado bastante, así que vuelvo a enfundar la vara vitual de endiñar hasta otro día. Un saludo patós.
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