Mi tío Juan, que en realidad se llamaba Antonio, se decidió a entregar la cuchara, ayer. Ferroviario durante más de 40 años, sus compañeros de la RENFE le llamaban Juan por su "parsimonia" y sus, por qué no decirlo, coone. Incluso le felicitaban por su santo, el día de San Juan, por lo de Juan Coones. A lo que mi tío respondía con un lento y musical "niño, tú por qué no te cachondeas de tu puñetera madre, eh?".
A mi tío, lo que más le podía gustar, aparte de un buen cigarrito, era una buena mesa donde comer a su ritmo. Esto incluía sentarse a las 2 de la tarde y no levantarse a lo mejor hasta las cuatro y media o las cinco después de haberse cepillado sus dos platitos, postre, café y alguna que otra tapita de entrada, el telediario, la novela y lo que se pusiera a tiro. Lo que se dice, sin prisa pero sin pausa.
Después de casi 84 años aquí y de haberse fumado hasta el estanquero por los piés hasta el último día, ha decidido no levantarse más de la siesta que ya está bueno lo bueno.
Allí donde estés, que descanses.
A la memoria de mi tío, Antonio Espinosa Justiniano.
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